martes, 28 de octubre de 2025

Novelarse 18

 


Hacía recopilación de páginas sin usar. Las partía por la mitad y me hacía libretas con tapas de otros materiales. Puedo recordar un amarillo de un impermeable en desuso. Lo tengo presente como si pudiera tocarlo.

Sería una niña. Unos nueve o diez años.

Después de esa época vino la pizarra en una lámina de la puerta de la camioneta de papá, pintada de negro, para hacer operaciones con tiza.

Entonces estaba en los primeros años del bachiller elemental. Es posible que en segundo.

Aquel curso me entregué. Saqué dos matrículas de honor y notas muy buenas. Estaba motivada. Me sentía capaz.

En el curso siguiente, al polo opuesto. 

Cierto descontento. Ganas de volar.

Entraba en la adolescencia o estaba en la pubertad.

Reescribir los recuerdos es imaginar.

El orden me lo puso mi madre. 

Su método, castigar sin salir los domingos ni ir al cine.

Espabilé y no volví a flaquear.

Desde la mirada de mi yo actual ese fue un momento clave. Mi cuerpo había desarrollado y el mundo me miraba como mujer, pero era una niña.

Imagino que aquello no escapó a los ojos de mi madre.

No hubo sermones. Sólo exigencia sobre los resultados. Las notas eran mensuales.

En esos años, se estudiaba en instituto a muy corta edad.

Ir y volver no estaba acompañado de adultos. Salía sola y volvía sola. En el camino, tanto de ida como de vuelta me iba encontrando con otras compañeras. Entonces las chicas estudiábamos en el instituto de chicas. No había coeducación.

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