Nunca diré no tengo madre o no tengo padre. No los tengo a mi alcance, pero para ser debo tenerlos en mí.
Hay retenciones de la memoria que vuelven.
La mañana del día en que papá ya no estaría para que le llevara el diario. Ese día el diario llevaba su esquela.
Temprano, antes de ir al tanatorio en la previa al sepelio y entierro buscando unos zapatos adecuados para ese fin. Primero a recoger una carta certificada dirigida a él. A correos. Después buscar ese calzado. Al fin en la alpargatería del barrio. Negros y cerrados por delante.
Debí tirarlos al contenedor de Cáritas porque no volví a calzarlos más.
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