sábado, 5 de mayo de 2012

La fiera


La fiera

La fiera no anda a cuatro patas, ni emite sonidos extraños.
Es él o ella.
Un ser que desoye el lamento de los despojados.

Tiene nombre.
Cuando despiertas, y abres los ojos al mundo, está al acecho desde antes.

Es implacable.
Rompe todo asomo de esperanza.

Se adueña de los recursos necesarios para la supervivencia de personas a las que ni mira ni tiene en consideración.

Se vanagloria de su hazaña, alzando el gesto en su soberbia arropada en sus creencias.

Es el ser despreciable que corona su estirpe con blasones.

Es el amo del mundo.
Enriqueciendo sus arcas sobradas, sólo por afán de totalitarismo y poder absoluto.

Está siempre al acecho.

Lo mejor que puede sucedernos es que pase de largo.

Los tiempos van pasando, pero su especie se perpetúa porque acapara lo que de la tierra es de todos.

Sus ojos se miran a sí mismo.

No te ve.
Sólo eres un obstáculo o utilitarismo a su servicio.

Deberías prevenirte de su engaño.

Se disfraza y engaña porque sabe que los humanos valoran la palabra.

La enmascara o la da sin atenerse a lo que de ella debería responder.

Niega lo evidente y usa un lenguaje confuso en que te enreda.

Desde su cuna, recibe instrucción de excelencia para sacar provecho de quienes tiene a su alrededor.

Es alimaña.

Se instala en el poder escalando sobre las cabezas de los más débiles o desinteresados.

Juega a su favor.
Te miente, sacándote lo que tienes.

Usa la ley y la norma para romperte las piernas.

Es heredera de los de antaño prohombres que ganaron ese sitio en batallas de sangre.

Organiza un mercado del que saca provecho y te cobra rendimiento.

Tu trabajo llena sus arcas.

Primero te quita.
Después te regala migajas de lo que te pertenecía.

Negocia las normas de juego entre sus semejantes, dejándote desvalido ante la ley, y en precario.

Tiene nombre.

Tú y yo pensamos hoy en uno, mañana en otro.

Siempre tenemos su sombra sobre nosotros, como espada de Damocles.

1 comentario:

Mariana dijo...

hoy y siempre, pienso en esa fiera, en esa alimaña que narras, como el espíritu infame del capitalismo.Un espíritu que no es tal, sino un amasijo de pellejos quitados a otros, para vestir falacias. Falacias que todos compramos