La abuela le decía a mamá que se acostara y descansara, que la noche pariría un nuevo día.
Pienso que mamá tardaba en acostarse esperando encontrarse a papá dormido, para evitarlo. No porque lo rechazara, sino para prevenir nuevos embarazos.
Eran tiempos duros y no había sistemas seguros.
Supongo que se aplicaba irrigaciones y harían la marcha atrás.
A mí no me buscaron. Fui el efecto fallido de esas prevenciones.
Mi abuela C estuvo muy presente en mi infancia y primeros años de adolescencia.
Mi abuelo F es un recuerdo remoto. Llegaba con un cesto con verduras. Tomates, recuerdo más, porque me daba por comerlos tal cual.
Actualmente no los como. Tampoco ensaladas. Lo fui dejando y ya no me atrae. Fue un problema digestivo. Me lo aconsejaron hace unos años. Me va mejor así.
El otro abuelo estuvo muy presente. Creo que murió en un día frío de otoño. Yo tendría once años. Con él jugábamos al guiñote, mi hermano y yo. Dormía en casa de mi tía D, pero estaba casi siempre con nosotros.
Las ganancias y perdidas eran garbanzos, pero mamá era la banca y le daba perras gordas a cambio cuando terminábamos. Él siempre nos ganaba, pero disfrutábamos. A mí no me gusta el juego competitivo.
También jugábamos al parchís. Ese juego le gustó siempre a mamá. Creo que lo había jugado con su padre, mi abuelo F.
Posteriormente llegaron las damas y el dominó. Todos ellos en Reyes.
En aquel tiempo los juguetes no abundaban, pero los juegos con vecinos y vecinas no se acababan nunca.
Llegó la televisión. Debía tener unos diez años. El abuelo T se acercaba y miraba debajo.
En los programas para niños venían nuestros vecinos, al principio. Fuimos los primeros en tener un televisor en casa. Cuando lo fueron teniendo los otros se perdió mucha de esa actividad compartida.
La vida se fue transformando, al tiempo que yo fui pasando a ser una chica con otros intereses. El principal, leer.
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