Me apago sin la letra
mía.
No tengo voz que ampare
mi destino sin ella.
Me pierdo en el vacío de
lo efímero e intangible del tiempo.
Siento que la nada se
aleja, si tomo en mi mano la palabra.
¿Será ella el paraíso?
¡Será!
Adherida en los
intersticios de la carne que me martiriza, cobra vida y forma en volutas de
aire.
Me busco en ella.
Quiero encontrarme.
Hubiera negado el destino
cerrando definitivamente el camino.
No ha sido así.
Es mucho lo por ver y
vivir, aunque tendamos a la negación y nulidad del fin al que nos vemos
predispuestos.
Se va yendo y yo observo
ese traspaso.
Me observo en él.
Pierdo el sentido de lo
terreno y quedo en paréntesis.
En un desdoblamiento que
mi cuerpo lacera.
Psique me puede.
Veo pasar accidentes de
vida que no quedaran.
A veces la rabia se
enquista y hiere.
El grito animal me sale
de dentro.
Quisiera saltar al vacío
y quedar espectrada en sustancia disuelta en confusa materia difusa.
No puedo.
Tengo terminales
neuronales que quieren volar en paisajes todavía por crear.
La rabia anida y sangra.
La dejo y marcho buscando
fuentes de aguas claras a las que mirar.
No todo es tiniebla.
Deshaciendo los nudos de
lo no tuyo, no consigues tirar del cabo de vela que quieres abrir ante un
horizonte de posibilidad.
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