sábado, 31 de octubre de 2009

Reflexión

Hay marcas de pisadas que pretenden que en ellas dejes tu pie.
Cuando la intuición avisa de que esa fuerza de sometimiento gregario no se ajusta a tu calzado, piensas y repiensas sobre qué ha dado pie para que se adhieran a tu piel.

Responder con negación conlleva a una situación indeseada y no buscada.
El silencio quebranta por dentro.
Necesitas deshacerte del embrollo no buscado ni gestado.
El tiempo hará tabla rasa.
Entretanto has de dejar que pase de largo la ola que arrastra.
Posiblemente sea un gesto a destiempo cuando recapacites y quieras adherirte, pero en consecuencia debes seguir el instinto que te advierte de la falta de ajuste.
No es tu credo.
Es posible que ser tú pague diezmo.
Aún así has de ser consecuente y no olvidar que desoírte es el mayor mal.
¿Qué será?
¡Se sabrá!
Nada es previsible.
Subirse al tren en marcha tiene que puedes caerte y magullar.
Subir cuando pasa y deja la escalinata a tu pie, asegura el bienestar en lo común y malestar en inquietud de no ser en la mismidad.
Apostar por la identidad te deja orillado y descontado.
¡Qué más da!
En realidad, la zozobra del desajuste es mal mayor.
Ponderamos y valoramos.
Hay precios que nos van recortando un traje que mirados en el espejo nos hace extraños a nosotros mismos.
Hay vuelos de aves que surcan el cielo.
Ser Salvador Gaviota nunca fue fácil.
Tiene su precio.
Inevitablemente debe pagarse.
Largos años corroboran la búsqueda de una identidad propia.
No será ahora cuando deje de lado el criterio atesorado a lo largo de los años.
¿Quienes sois que con cantos de sirena desviáis mi paso?
Las alarmas se han puesto ante mi puerta.
No es lo que mi temperamento y tiento está dispuesto a seguir.
Es posible que sea un gesto mayoritario y me quede orillado.
Es el precio, ya lo he dicho.
Miedo a la libertad.
Ahora pasa cuenta.
Soledad de mi ritmo vital.
Esperanza de identidad.
Gregarismo que es capaz de sacar brillo u oscuridad.
Me queda desear lo mejor para ese gesto.
A él no me puedo apuntar.
Estas palabras vienen a cuento y aquí se han de quedar.
Posiblemente llegará ese día en que recuerde y podré en ellas recalcar.
No para nadie, que no es momento.
Debo verlas pasar.
Aunque, como dice mi padre, las … cuando pasan.
No me subo a ese tren.
Mi mecánica vital no me lo consiente.
Me inquieta no hacerlo, pero si lo hago sentiré que quedo en tierras movedizas y crecerá la zozobra.

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Reflexión del 15 de octubre de 2009.